¿Cuantas imágenes podemos ver en un segundo?
Walter Benjamin
Un emperador Chino pidió un día al primer pintor de su corte que borrara la cascada que había pintado al fresco en la pared del palacio porque el ruido del agua le impedía dormir. A nosotros, que creemos en el silencio de los frescos, la anécdota nos encanta. Y nos inquieta vagamente. Su lógica nos hiere, y, sin embargo, ese encanto despierta en el fondo de nosotros una sospecha adormecida: como una historia íntima más olvidada que perdida, aún amenazadora. Pero muy lejana. después de todo, China es el otro Occidente...
Esos insomnios no se dan entre nosotros.
Pero, ¿de quién nos llega este consejo?: "hace gran bien a los que tienen fiebre ver pinturas que representan fuentes, ríos y cascadas. Si alguien de noche, no puede conciliar el sueño, que se ponga a contemplar fuentes y le vendrá el sueño". De Leon Battista Alberti, el gran arquitecto del renacimiento florentino. Un hombre de Europa, de aquellos que definieron el ideal humanista.
Esto es ya más comprometedor. Así, el hombre racional del siglo XV todavía creía en sus imágenes. El agua pintada que molestaba al chino sosegaba al toscano. En los dos casos una presencia atraviesa la representación: La frescura de la onda pasa al cuerpo contemplativo. La mirada asegura una comunicación de las sustancias. La imagen funciona como mediación efectiva. ¿cómo ha sido posible esto? ¿y que ha cambiado en nuestro ojo para que la imagen de una fuente no pueda ya saciar nuestra sed, ni la imagen de un fuego calentarnos?
Nosotros, en verdad febriles. Preferimos un analgésico a la visión de una marina.
Nuestras imágenes sagradas ya no sangran ni lloran. Si les hablamos todavía solos en la penumbra, es por inadvertencia. Ya no creemos de verdad que la estatua de santa Genoveva protege a París y que la majesté de de Sainte-Foy, en Conques, cura la lepra y las hemorroides. Ya no cubrimos los espejos cuando hay un muerto en la casa, clavar alfileres en la foto de nuestro enemigo. Salvo para los iluminados, los efectos de la imagen tienden a caer en el ámbito común: buenas costumbres y malas influencias. Pornografía y televisión. pasan si se quiere, de la competencia de los teólogos a la de los perfectos y de los etnólogos a los magistrados, o sea, de lo sobrenatural a la mera representación común.
Debray (vida y muerte de la imagen)

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