jueves, 19 de noviembre de 2015
Bahamut
La fama de Behemoth llegó a los desiertos de Arabia, donde los hombres alteraron y
magnificaron su imagen. De hipopótamo o elefante lo hicieron pez que se mantiene sobre
un agua sin fondo y sobre el pez imaginaron un toro y sobre el toro una montaña hecha de
rubí y sobre la montaña un ángel y sobre el ángel seis infiernos y sobre los infiernos la
tierra y sobre la tierra siete cielos. Leemos en una tradición recogida por Lane:
Dios creó la tierra, pero la tierra no tenía sostén y así bajo la tierra creó un ángel.
Pero el ángel no tenía sostén y así bajo los pies del ángel creó un peñasco hecho de
rubí. Pero el peñasco no tenía sostén y así bajo el peñasco creó un toro con cuatro mil
ojos, orejas, narices, bocas, lenguas y pies. Pero el toro no tenía sostén y así bajo el
toro creó un pez llamado Bahamut, y bajo el pez puso agua, y bajo el agua puso
oscuridad, y la ciencia humana no ve más allá de ese punto.
El Libro De Los Seres Imaginarios
Jorge Luis Borges Margarita Guerrero
Página 15 de 69
Otros declaran que la tierra tiene su fundamento en el agua; el agua, en el peñasco; el
peñasco, en la cerviz del toro; el toro en un lecho de arena; la arena en Bahamut; Bahamut,
en un viento sofocante; el viento sofocante en una neblina. La base de la neblina se ignora.
Tan inmenso y tan resplandeciente es Bahamut que los ojos humanos no pueden sufrir
su visión. Todos los mares de la Tierra, puestos en una de sus fosas nasales, serían como
un grano de mostaza en mitad del desierto. En la noche 496 del Libro de las Mil y una
Noches, se refiere que a Isa (Jesús) le fue concedido ver a Bahamut y que, lograda esa
merced, rodó por el suelo y tardó tres días en recobrar el conocimiento. Se añade que bajo
el desaforado pez hay un mar, y bajo el mar un abismo de aire, y bajo el aire, fuego, y bajo
el fuego, una serpiente que se llama Falak, en cuya boca están los infiernos.
La ficción del peñasco sobre el toro y del toro sobre Bahamut y de Bahamut sobre
cualquier otra cosa parece ilustrar la prueba cosmológica que hay Dios, en la que se
argumenta que toda causa requiere una causa anterior y se proclama la necesidad de
afirmar una causa primera, para no proceder en infinito.
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